miércoles, 14 de septiembre de 2011

Club de los 27

Perdí un vuelo de regreso a Tijuana. Era martes 13. Lo reprogramé para más tarde y fue muy turbulento. Una señora rezaba en el asiento y se apretaba a su amiga. Me daba risa nerviosa estar tan asustada. Seriamente asustada. El piloto anunció: "Debido a una falla..."
Entonces el mundo se paralizó y un señor joven que se sentaba a frente mío tomó de la mano de su madre.
"Debido a una falla en el sistema de audio tendremos que utilizar el audio general para que pueda disfrutar del entretenimiento a bordo".
Me daba más risa seguir asustada. Trataba de concentrarme en transcribir una entrevista. Pensé que podría morir y que tenía apenas 27 años. Sí, eso pensé y que mi libro se convertiría en un libro de culto. Pero que yo ya no disfrutaría eso.
Cuando la turbulencia se puso más pesada, pensé que moriría judeocristiana, esencialmente marxista, amando a mi familia y amigos entrañables y sobre todo a mis editores en Lima. Y pensé en lo que deseaba en la vida: Un hijo varón y un esposo brillante.

Pero no pasó nada. Aterrizamos en Tijuana.

Archivo del blog