sábado, 9 de julio de 2011

La traición del lumpenproletariado

En una ocasión hicimos una maratónica sesión de cuatro horas de cine con varios salones de la Pedagógica Nacional, vimos el Che Guevara de Soderberg. Me encantó toda la pieza, me lastimaron algunas partes, tuve que silenciar a algunos alumnos y a otra recuerdo que le estiré los ojos como en la Naranja Mecánica. Creo que le sigo cayendo bien a esa morra.

Una de mis reflexiones - quizá la más impresionante que vi en la película- es que finalmente Guevara muere asesinado por el arquetipo que trataba de emancipar, un indígena jodido y resentido que estaba dentro del ejército. No fue el general Barrientos, ni los gringos, ni la CIA los que mataron con rabia al Che; si no aquél que era objeto de la revolución, aquél jodido históricamente por el poder. Esa película con discusión fue hace como un año.
Yo creo aún en las utopías pero dudo de los métodos para vivir persiguiéndolas. Creo que sin utopía se está más o menos perdido como en el posmodernismo light o en el nihilismo. Sin embargo ese día escribí mi historia reciente. Les dije a los estudiantes que a mí por hablar tanto me pasaría algo parecido al Che, que finalmente moriría apuñalada por algún estudiante. Metafóricamente eso ocurrió. Cuando pienso en el lumpenproletariado no encuentro lealtades importantes en mi vida, al contrario: veo traiciones. El lumpenproletariado como clase, es traidor. Y no, no soy neoliberal, no lo seré jamás, sería un equivalente a tener retraso mental, pero no dejo de observar que una serie de historias personales de traición han sido protagonizadas por lúmpenes. Maestros, amigos y alumnos.

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