domingo, 22 de enero de 2012

Delincuencia juvenil


Si este fuera el caso yo tendría varios de los delitos incluídos en esta monografía. Aunque en los noventas no me dediqué a ser pandillera si no que recuerdo muy bien que en 1994 era la más ferviente militante de las misiones de las monjitas, vendía dulces juntos con mis amigos, pedía dinero en unos patines de la Barbie con motas de colores en lugar de cintas. Era una niña misionera justo en el centro del quiosco de Tecate. Creía que todo el dinero iba a los niños pobres de Africa y no al Vaticano. Eso explica quizá por qué a los 15 me volví roja. Pero en fin. Luego vinieron otras fases.



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