jueves, 4 de junio de 2009

CECUT

Ya han comenzado los despidos en CECUT, no conozco a los despedidos por lo tanto no me interesa por rollos de amistad. Tampoco sé que cosas hicieron los anteriores gestores para promover la participación, la pluralidad y la inclusión de diversas voces.

Lo que si no se me hace chido es que la designación de Virgilio sea producto de la más canija de las impunidades. Y eso me hace pensar que dichos despidos no están muy bien pensados o basados en algún criterio tecnocrático. Ya que ni a tecnocracia llegamos en México, es la neta.

¿Quienes ocuparán estos puestos, Banderita Banderita Tricolor?

Quien sabe, pero me recuerda cosas que me hace enojar sobre puestos públicos y priismo, sectas ocultas, matrimonios y niveles de gobierno y demás cosas que yo en mi locura no creía que existían. Si wey, la realidad son textos y un desajuste de neurotransmisores.
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El dramático caso de Bola y Cubo de FELIPE EHRENBERG, aquí:

El dramático Caso de la Bola y el Cubo

¡TIJUANA CALDEADA!: ¿CALDERA, CALDERILLA O CALDERÓN?

En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Ramón de Campoamor y Campoosorio,poeta asturiano (1817 - 1901)

“Nada es verdad ni es mentira” ha insistido mi mamá desde que lo recuerdo. Y lo repetiría si yo le hablara de lo que está sucediendo en Tijuana, mi segunda patria chica y bien amada, lugar al que sin duda hubiera me hubiera ido a vivir si no estuviera tan lejos de Dios y tan cerca de… pero hablar de esto es harina de otro costal.

El hecho es que ahí, en esta ciudad tan cosmopolita, capital del estado de Baja California, viven o vivieron algunos de mis más queridos amigos, tantos que sus nombres no cabrían en este espacio. Muchos, muchísimos de ellos, son en extremos talentosos. Comparando esta ciudad con otras capitales mexicanas, es increíble la proporción de creadores e intelectuales tijuanenses que son reconocidos a nivel internacional. Encima de su admirables talentos y su gran tenacidad, quiero a mis amigos de manera especial porque son recios, nobles, leales y hospitalarios a más no poder. Y hasta hace muy poco, pensaban que todos sin excepción eran sensatos.

Sin embargo, hace unos días les cayó el chahuistle en la milpa, afectando el más caro de sus orgullos: el legendario Centro Cultural Tijuana (Cecut). Desde el temido Centro (léase la capital del país), llegó la Atronadora Voz con la orden de cambiar la titularidad del Cecut, también conocido como La Bola por su enorme sala cilíndrica de proyección (ahora acompañada por El Cubo, su flamante sala de exhibiciones).

El Cecut nació hace unos 27 años. Es el mayor centro cultural del noroeste de México, reconocido en el mundo por sus conciertos, festivales de música, danza y teatro y sus exhibiciones de calibre internacional. Financiado con los dineros federales que administra el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Cecut maneja un presupuesto anual calculado en unos US$7.3 millones, al que se suman dineros complementarios del estado de Baja California y del municipio de Tijuana y, en ocasiones, de otras fuentes. Y para administrarlos, Conaculta acaba de nombrar un nuevo titular.

Decisiones de este tipo, unilaterales, habían sido moneda de cuño común en México, aceptadas por una ciudadanía dócil y manejable, acostumbrada a un paternalismo centralista que malabareaba las carencias de muchos y los privilegios de pocos con PRImitiva eficacia (sic). Los nombramientos realizados por los sucesivos grupos que llegaban al Poder no eran sino enroques cortos y largos que respondían al juego desarrollado en el corazón de la administración federal.

La participación de los estados asociados, si acaso la había, era mínima y favorecía a sus oligarquías antes que a la ciudadanía. Eran –o son- parte de la rancia tradición del Centralismo que, pasada la etapa de consolidación de la República después de la guerra civil de 1910, tantos daños le ha causado a “sus provincias”. Pero México ya cambió. Por lo que esta vez, cuando La Orden llegó del Centro, la raza se alebrestó de tal manera que si los efectos se midieran con la escala Richter, el conflictivo temblor rebasaría los 8 puntos.

Tijuana, por su propia ubicación y naturaleza, es una suerte de caldera, una olla exprés donde se cocinan, para bien y para mal, muchos de los guisos que luego se sirve el resto de México. Uno de ellos es el que mezcla ingredientes muy delicados, por ejemplo, la relación que rige entre la cúpula de la Federación y los estados que la componen y que, según dicta la Constitución, son “libres y soberanos”. El clima es tenso en Tijuana. Tan enconadas son las posiciones en contra y a favor de la decisión central, todas venteadas tanto en los medios locales como en Internet, que traspasan allende nuestras fronteras. Tanto así que hay quienes afirman, como Josh Kun, profesor de comunicación y periodismo en la University of Southern California, que “cualquier cosa que suceda en Tijuana es un asunto binacional”.

Desde donde me encuentro –en Brasil- y, gracias al ciber universo, al tanto de lo que se dice en privado y de lo que aparece en los medios, me queda claro que mis queridos amigos ahora se dividen entre aquellos que aprueban la orden venida del Centro y quienes argumentan que por encima de los intereses centralistas están los de la entidad. (Quienes me desconciertan son los que se desentienden del caso, que no son pocos. Su actitud me irrita, es mas, me saca de quicio pues en asuntos cívicos, la neutralidad sólo puede indicar oportunismo o desdén. Ni lo uno ni lo otro es aceptable y mucho menos en los momentos que atraviesa el país).

A mi ver, las diferencias entre todos los que se preocupan por este caso, de uno y de otro lado, son de fondo: lo que menos importa son los nombres. En el fondo está la autonomía de los estados; lo malo es que con los nombres viene el asunto de los partidos y entonces sí que hierve el asunto. No debería pues son apenas los árboles que nos impiden ver el bosque.

Visto a vuelo de pájaro, nos podemos percatar que el adalid del Centro es un hombre llamado Virgilio Muñoz, quien llega para sustituir a una mujer llamada Teresa Vicencio, quien luego de ocupar la dirección de La Bola durante años, pasa a sustituir a Teresa Franco en la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, en la Ciudad de México. El INBA a su vez depende del CNCA que acaba de recibir como titular a Consuelo Sáizar (también ella es amiga mía), quien fue ordenada dejar la dirección del vetusto Fondo de Cultura Económica (a su vez ocupado por otro amigo…).

El epicentro del escándalo, entonces, se encuentra en la sede de la Federación, la Ciudad de México. Sus primeros efectos han afectado ya al Centro Cultural Tijuana, el Cecut.

Nacido en Tijuana hace unos 60 años, recibido en leyes en el Distrito Federal y habiendo ocupado una ecléctica serie de cargos federales en el resto del país, el recién designado titular del Cecut, Virgilio Muñoz vuelve a Tijuana en 1989 para dirigir un diario (también federal). Nada en su variopinta trayectoria, a todas leguas como peón de distintos tableros, incluye experiencia en manejar un centro artístico y cultural tan grande, tan vibrante y contemporáneo –¡y tan complejo!- como el Cecut.

Ante tales evidencias, no alcanzo a entender a mis amigos tijuanenses: ¿Cómo es que aun siendo tan cosmopolitas se comportan como provincianos? ¿Provincianos? Con la palabra pro-vincere (por vencer) los césares romanos describían sus incursiones bélicas a tierras vecinas. Una vez conquistados los territorios estos pasaban a ser estados menores dentro del mayor y sus habitantes se convertían en provincianos…

No viviendo la cotidianidad tijuanense, no me corresponde debatir las razones que esgrimen mis amigos, de uno y de otro lado. Me duele, eso sí… y mucho, ver cómo crece la escalada de insultos que empiezan a lanzarse desde ambos lados (ya hasta me llegó uno que otro epíteto doloroso). Pero quiero pensar que su proverbial sensatez los conduzca al diálogo y que del trato civilizado que siempre los caracterizó surjan propuestas para el futuro inmediato, es decir, para que las partes busquen la forma de participar hombro a hombro, de manera constructiva, en el devenir del Cecut bajo la nueva dirección.

En lo personal, no conozco a Muñoz. Pese a que haya destacados amigos bajacalifornianos que están a favor de su nombramiento argumentando que se le debe de brindar la oportunidad de comprobar su capacidad, ninguna de sus declaraciones frente a mis amigos indignados demuestran que tiene capacidad conciliatoria, todo lo contrario.

A mis años, sé que decisiones como las que aplicó Consuelo desde su presidencia en el CNCA son tan unilaterales como irrevocables. Lo malo es que esta, en especial, puede resultar tan buena como puede resultar mala. Vista la impresionante trayectoria de la singular funcionaria, me sorprende que no haya previsto que esta designación –entre las primeras de tal magnitud- sería debatida en la ciudad fronteriza de manera tan acalorada.

Si mantiene mutis, demostrará que prefiere mantenerse fiel a la rancia y desdeñada tradición política centralista de México.

Por su parte, si mis amigos no comprueban que tienen la capacidad de superar sus diferencias para el bien de su ciudad y de su estado, también demostrarán su fidelidad a la repudiada tradición.

Vista desde El Centro o desde su propia circunstancia, lo que suceda en adelante en Tijuana será un termómetro para medir el resto del país. Ojalá el resto del país se dé cuenta de esto...

Felipe Ehrenberg

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