lunes, 10 de octubre de 2011

Irene Lóriga



También responde al nombre de Irene Etchevarria Lóriga. En México sólo han aparecido textos suyos en la Revista Diez4 uno sobre fotografía local y una edición de la novela El Poetrasto y la Bomba por la editorial Tresporcuatro de Guadalajara. Había escuchado de ella por medio de un músico en Tijuana que había estudiado durante diez años en la Escuela de Música de la UDG. Lóriga vivió en esa conservadora ciudad, cinco años. Conoció también a mi amigo Franco Félix cuando este vivía en la Ciudad de México y posteriormente nos vimos en Tijuana cuando Franco mudó su residencia a esta ciudad. Pero no fue hasta este año que me percaté de esta condición existencial a la que llamaré Anarquismo Genético. En ella no hay satisfacción ni propósito, tampoco arraigo y eso le otorga cierta aristocracia a su existencia. Fue hace unos meses que vi a Irene en Buenos Aires. Vivía en el Hotel Bauen y trabajaba como mesera sobre la calle Corrientes. Por las tardes juntaba grabadoras viejas y las desarmaba pasando horas en esta tarea. Ya no quería hablar de política. Ni de su padre.
Le dije que su último texto sobre Roth me parecía muy inquisidor y me dijo que yo que chingados sabía si a los veinte años creía en los gurús y en el matrimonio. Me dolió que me dijera eso. Pero no importó. Tomamos café, como siempre. Y me enseñó algunos fragmentos de su próximo libro. Después siguió en la tarea de desarmar grabadoras viejas. Me sentí incómodamente convencional.


Eso sí, Irene sigue vistiendo exclusivamente con una blusa negra sin dejo de deslave. Tampoco viste atuendos estrafalarios ni descuida su aspecto.

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