domingo, 23 de febrero de 2014

Aeropuertos

Desde el 2011 he pasado una cantidad significativa de tiempo en los aeropuertos, en verdad la paso mal, en unos días trataré de disfrutar la espera o incluso la ansiedad que me genera el despegue. 

Un tío volaba casi cada semana y sigue haciendo viajes largos al menos cada dos meses; lo veo tan tranquilo cuando viaja que lo envidio. Odio tener esa fobia que solo se da en ciertas condiciones y no todas las veces que vuelo. 

Hace poco hice un vuelo con J.M y J. G. C, el avión era muy pequeño y empecé a sentir la claustrofobia, J.M. pidió dos whiskys y los dos me los dio a mi. Nos fuimos platicando sin parar y J. M. hábilmente no dejaba que existiera un minuto sin conversación; olvidé el asunto. No pasó nada. 

Puse un app en el Ipod para respirar, por si me entrego a las fauces del pánico.

- Me sudan las manos mientras escribo esto-.

Comiendo con Gaudenzi, un autor al que edité hace poco con una novela que se llama Guerrilla Tours me contaba que cuando fue corresponsal de guerra en Guatemala, el aterrizaje se tenía que llevar a cabo con la ayuda de los pasajeros, todos iban hacia al frente para ayudar a aterrizar al armatroste.

Eso me tranquiliza. 

God help me. 

Archivo del blog