viernes, 26 de abril de 2013

Cahuas y navaja de Ockham

Navaja de Ockham: que si es el alcohol o somos nosotros mismos sin alcohol en el presente o soy yo la que debo moverme a otro lugar, cortar con esa navaja, afectos.

Cuando falleció mi abuelo la familia se embarcó en una bebedera de casi una semana. Abrían hieleras, con whisky y cervezas importadas como el gusto burgués de mi tío y madre dictaban. Cuando se acababa todo mi hermana y yo íbamos por unas cahuas, las servíamos en vasos y nos quedábamos en ese calor sofocante; casi sin decirnos nada, ya fuera en la cocina de esa casa llena de su ausencia o en el patio. La familia asó carne, un segundo, un tercer día y hasta creo que un quinto día con sus respectivos alcoholes.

Llegaba la hora de dormir y a las dos la tarde del día siguiente ya empezábamos a beber.

Durante el entierro mi tío Luis llevó una hielera al panteón, yo me dije: por respeto no beberé nada, y me quedé serena dándole la última despedida a mi Papá Ferna.

Mi madre caminó un par de pasos lejos de la tumba y le arrebató una cerveza Tecate al tío Luis. Yo simplemente no bebí hasta llegar a casa del tío Rafa cuya residencia está decorada al gusto de cualquier capo. Recuerdo que nadie peleó, nadie fue insultante, todos estaban ahí, tíos, tías, primos, presentes. Tristes, y amorosos.

El alcohol no tiene que ver con cómo alguien se comporta de manera esencial, simplemente saca lo que ya está ahí, lo que siempre estuvo.

Por eso, Navaja Ockham.






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