sábado, 25 de febrero de 2012

El hijito de las letras

En un ejercicio extraño de sublimación que ya lleva meses, el escritor mexicano de la década de los setenta (creo) y yo hemos inventado un personaje que es un hijo en común, cambia de edad constantemente y de personalidades. En diciembre pasado se le acercaron unas mujeres a mi carismático amigo en un bar de la Ciudad de México y lo único que se me ocurrió fue traer ese juego a colación para que las mujeres escucharan, claro. El no me desmintió, acto seguido una de las mujeres se retiró del bar. Después me dijo que así le espantaba "a las morras". Yo solo le dije que había un hijo de por medio y tampoco me desmintió. Dijo con una comprensión extraña: Tienes razón.
La única vez que se ha enojado realmente conmigo fue cuando hablé de la muerte hipotética de su gato, en ese departamento suyo que es como un búnker, y sí, es el búnker de un escritor que ha perdido cierta habilidad fisiológica para la esperanza.

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