martes, 20 de diciembre de 2011

Anotaciones de Alfredo Lucero Montaño al post Es justamente la prole

El estado moderno representativo es la forma exclusiva de ejercicio del poder político; es la forma de dominación ideológica, control social y violencia organizada del poder sobre los grupos mayoritarios. Así uno de sus recursos de dominación y control social es precisamente la organización de las elecciones. El estado, acompañado de su hegemonía “democrática”, es el que decide cuándo y dónde se va a votar, así como el que sanciona el resultado electoral. Pero, ¿es el voto en sí mismo una verdadera decisión, una verdadera opción? La respuesta es no. Una verdadera opción, una verdadera decisión, es un acto libre. Libre en su forma porque no es otro sino el demos el que decide cuándo y dónde se va a actuar; y libre en su contenido al poseer la capacidad de poner en crisis el status quo que no debe seguir repitiéndose, o tomando prestado de Benjamin, “colocar al presente en una situación crítica”.

Entonces, ¿el voto es un acto político? Siguiendo a Badiou, el voto en sí no es un acto político, sino un acto estatal. La diferencia entre uno y otro consiste en que el voto estatal --sin negar su importancia-- no es un verdadero momento de libertad, es más bien una aprobación. En las elecciones lo que se hace es aprobar, o comprobar, que el estado de cosas sigua su curso. Nosotros --''la prole''-- participamos en esta aprobación. En cambio, el acto político crea un tiempo y un espacio que no dependen del tiempo y espacio del poder dominante, su objetivo no es el estado ni el poder. Al contrario, es un acto que interrumpe la continuidad del poder (las ínterferencias de Benjamin), que hace estallar la reproducción en el presente de las relaciones de dominación y subordinación.

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