Un novio que tuve, G. jamás se quejó de esas acciones, lo que nos separó fue mi locura repentina que me ayudó a ser la persona que soy ahora. Era muy generoso en ese sentido. Un novio menos formal que también estudió filosofía como el primero tampoco decía nada y felizmente cocinaba los alimentos del día. Un día le hice una ensalada orgánica y se puso muy contento y yo también.
La conclusión es que cuando menos la carrera de filosofía no los hace machitos del rancho. Y que la reciprocidad es motivo de la felicidad más profunda en los seres humanos.
Ahora que lo pienso tampoco tuve problemas con el músico que un día dijo: atiéndeme. Para encontrarse con una serie de carcajadas destornilladoras. Y después, él se convirtió en un genial amenizador de fiestas en la casa.
Ah y por cierto, quien me acaba de decir eso, es mi primo hermano, Oscar.