En menos de una hora montaron escenografía hecha de telas y decoraciones prehispánicas. Las fotos eran de gran calidad, hechas a fin de cuentas por un artista y un equipo caro. Subieron e el material esa misma noche a una red erótica consultada mundialmente. Para su sopresa en menos de diez minutos ya habían ganado una importante cantidad de dinero.
No más becas, no más clientes insatisfechos, no más editores o curadores, el secreto estaba, sí, como dicen las antiguas sabidurías: en sus cuerpos.