Un golpe seco y a puño cerrado sobre la cara del wey. No me hubiera importado que él me lo devolviera pues me sentí con una fuerza física tremenda. Pero mi primo me detuvo a tiempo junto con otros amigos que le dijeron que se quitara. Sólo le dije: Quítate que te voy a tirar un golpe.
Perdí mi estado de tranquilidad.